La historia y conservación se construye en las pequeñas hazañas. Relato de un guardaparque de 1979, las anécdotas de Eddie Rivas Li.
Todo aquello que vivimos como resultado de las responsabilidades en el día día, pintan el quehacer cotidiano y nos ayuda a determinar nuestra propia experiencia, a expensas de la visión que otros pueden tener de las mismas asignaciones dadas, sea por nuestros padres, abuelos, amigos, maestros, patronos, entre otros.
En este sentido, la expresión máxima de abnegación sentida en lo que hacemos y lo visto de otras personas, nos permite hallar personajes que transfieren sus modos de vida, algunos en el desarraigo familiar, abriendo sus propias historias de aventuras inimaginables que nos compromete a rescatarlas.
Esas aventuras, son un aporte a la construcción histórica de algunos oficios conservados a través de relatos. Esto posibilita rescatar hazañas interminables, que nos acercan a lo más básico de las personas en sus modos de sentir, sobre condiciones, limitaciones o incluso la sobrevivencia al aislamiento familiar en un Parque Nacional en épocas añejadas por el tiempo, donde nada parece cambiar.
Y es que los contrastes que surgen de las conversaciones entre jóvenes y adultos, no pueden ser vistas de otra forma, que un momento de total apertura de sentidos, cuando los relatos plantean mundos distantes entre épocas, en las que las comparaciones no pueden faltar, para poder crear realidades con sentido, en los jóvenes y personas que no las vivieron.
Hasta hoy, son cientos de momentos que están grabados en la memoria de los trabajadores del Parque Nacional Santa Rosa, sitio de la emblemática Casona de Santa Rosa. Es en el discurrir del tiempo que sus memorias pasan de lo habitual a lo ejemplar, pues como anfitriones a la llegada de miles de visitantes, fueron construyendo sentimientos de pertenencia, creando valor desde una posición de privilegio que impacta mediante la labor educativa de los Guardaparques.
¿Y como no escucharlos?, son seres humanos que han trascendido en el cumplimiento de su mandato y que en el ocaso de su vida laboral, guardan historias hasta desconocidas para muchos, parecido a una realidad paralela en la que se aprende a sensibilizarse de la misión que se cumple, para la protección de un bien patrimonial que no es tan común y cercano como lo sentido por el propio hogar.
En la cabeza de estas personas, hay miles de horas de escucha activa, nacida de la relación fraterna con los visitantes que llegan a aprender del lugar. En esta relación, se ha facilitando una gran cantidad de historias y verlos regresar muchos años después deseosos de revivir esas historias, configura profundamente el sentido de pertenencia que aún habita en ellos después de su jubilación.
Siendo así que, en el afecto se inicia un proceso de pertenencia y sentido que actúa por la defensa del patrimonio histórico, cultural y natural, pues, se seguirán escuchando frases como “¡Yo vivía aquí!”, “¡Yo viajaba aquí!”, ¨¡Yo trabajaba aquí!”, trayendo la curiosidad por escudriñar esas historias que deben ser divulgadas, pues provienen de los saberes ganados con las vivencias o hazañas de estas personas.
Es por ello, que un 13 de octubre del 2022, la historia trajo de vuelta a las viejas paredes de la Casona las anécdotas de don Eddie Rivas Li, quien, acompañado por su pareja, recordó algunas vivencias del año de 1979, mirándose en una fotografía exhibida en la sala de historia natural de la Casona de Santa Rosa.
Este hombre, de estatura media, tez morena, mirada profunda, voz vehemente, llamó la atención a un recuerdo que para los “nuevos”, necesita contarse desde la realidad de don Eddie, quien a su vez lamentó algunas pifias personales que no le permitieron continuar laborando para el Servicio de Parques Nacionales.
Don Eddie, relató el momento que se inmortalizó en julio de 1979, acompañado por otros guardaparques destacados en el sector Santa Rosa, quienes fueron invitados a posar frente a la Casona, para quedar plasmados ante los lentes de un grupo de periodistas enviados por el señor Mario Boza cofundador con Álvaro Ugalde, del Servicio de Parques Nacionales en Costa Rica.
La histórica estampa, exhibe a don Eddie, al lado de “Chalalo”, “Gutiérrez”, “Beto Picado” y “Manto”, compañeros de trabajo de los que no recuerda bien sus apellidos pero que tuvieron que interrumpir la tarea de chapias, frecuentes en los alrededores de la Casona, para quedar para la posteridad, ante los ojos de las nuevas y futuras generaciones, contando una historia en progreso.
Don Eddie con apenas 22 años cumplidos para el año de 1979, fue uno de los guardaparques que charlaban con los muchos estudiantes de primaria y secundaria que asistían en excursiones a la Casona, aunque en menor cantidad que ahora, pero con un lenguaje básico lograba transmitir las historias sobre lo vivido ahí.
La fotografía en palabras de don Eddie, se cuenta de la siguiente manera:
"Esos fueron periodistas enviados por Mario Boza, a él le encantaba mucho eso de fotografías y envió a esos fotógrafos y ese día yo estaba, como estaba usted hoy, como de guía atendiendo a las visitas, claro en aquel tiempo eran muchísimo menos que ahora y jamás en inglés, con costo hablábamos español. La fecha exacta no recuerdo, pero fue como en julio del 79, fue eso"…
Detrás de aquel momento, don Eddie recordó el trabajo que vivieron él y sus compañeros de época. Esto suscitado en el detalle apreciado en la fotografía, de los guardaparques con machetes, vestidos con ropas para el trabajo de campo, pero sin distinguirse un uniforme que marcara la autoridad policial que ellos ejercían.
"Normalmente, en el invierno que bajaba (la visitación), la tarea era mantener todo ese frente de la Casona y las áreas de aquí de las áreas administrativas y eso, limpias, pero a puro machete a como usted vio en la foto, ahí están ellos chapeando, bueno ese día por suerte a mí no me tocó estar chapeando, porque me tocó estar atendiendo público, pero todos hacíamos funciones de todo".
Aunque Eddie Rivas tuvo un paso efímero por la historia de conservación de Santa Rosa, cumplió únicamente 3 años de trabajo, pero sobreviven en él recuerdos valiosos de la Santa Rosa de aquellos años, en la que su mirada atenta y su memoria lúcida, nos cuenta una escena, que, si no fuese porque ha pasado 43 años, pensaríamos que nada ha cambiado y que la atención de visitantes sigue siendo la misma.
"Pero en ese tiempo nosotros atendíamos mucho, pero mucho, público estudiantil, porque llegaban excursiones, buses, pero montones con estudiantes de primaria y secundaria, después de eso, a cada rato éramos invitados a ir a dar charlas a los colegios y a las escuelas, entonces la información que se les daba tenía que ser comprensible, para ellos era una información muy básica.
Era más que todo el público que teníamos era estudiantes, pero era mucho, era bastante, por ejemplo, los fines de semana, a veces dábamos tres o cuatro charlas, en una mañana y el de la tarde daba otras dos y así".
Si pudiéramos encontrar una característica que describa a don Eddie, sin lugar a dudas fuese de “espíritu libre”, pues la decisión de entrar en el mundo de la conservación, pudo sobrevenirle la idea de separarse del lugar o medio donde se ha criado, o cortar temporalmente los vínculos afectivos que tuvo con las personas que lo vieron crecer para tomar su propio rumbo, situación que experimentó en años tempranos.
"En cuanto a la viajadera no se viajaba, no había buses. En todo el parque lo que había era un pick up Toyota doble tracción, este, no se viajaba.
Entrábamos por 11 días y salíamos 4 días o el que escogía podía quedarse 22 días en el parque y salía 8 días libres, pero no se viajaba, todos vivíamos ahí, ósea, los 11 días, yo entraba y salía hasta 11 días después.
Se viajaba a las playas a caballo y te nombraban por los mismos 11 días, así que a veces usted entraba, pasaba a la cocina y ahí usted mismo, agarraba o alistaba lo que iba a llevarse para Nancite, que no había estación todavía ahí, era nada más una tienda de campaña y otra que tenía el doctor Janzen ahí estudiando las tortugas.
Los 11 días y después salía y salía directo para su casa y a veces, eso lo hacíamos muy a menudo para no tener que venir hasta aquí (la casa) pedíamos que nos llevaran todo hasta las áreas de acampar allá en Naranjo, ahí nos dejaban todo, la alimentación y eso y nosotros la recogíamos ahí y uno se devolvía, si yo estaba en Nancite y había pasado 11 días, me iba a Naranjo y el que estaba en Naranjo recogía sus víveres y se iba para Nancite, ahí pasábamos otros 11 días solos, y ya después salíamos los 8 días, bueno excepto “Jorge el loco”, que … no salía nunca, ese vivía ahí, yo creo que ni familia tenía...
Así era más duro, era muy duro, cada tres días, cuando estábamos ahí en el área administrativa, cada tres días, nos prestaban el carro, yo era el chofer, para salir a potrerillos, hacer llamadas a la casa, cada quien para que se comunicara con sus familiares y eso, pero era cada 3 noches …
Yo llegué ahí (Santa Rosa), cuando tenía unos como 22 a 23 años, estuve tres años más o menos ahí y también me echaron de ahí, me hice pescador, anduve, he andado por tantas loqueras, por último, entré al tránsito…
Me casé, formalicé mi vida, pero ya bastante adulto, yo tenía la edad que tiene usted ahora, 30 y algo de años, cuando ya, me formalicé y pasé, bueno los siguientes 40 años, casi cuarenta años, este, ya, tranquilo"…
Actualmente don Eddie disfruta de su jubilación a sus 65 años y recuerda todas estas experiencias ya desde el gusto anecdótico, como espectador de una historia vivida y contada para aquellos que no la vieron.
Los primeros Guardaparques de Santa Rosa fueron sabaneros contratados en el proceso de toma de posesión con la creación en 1971. No portaban uniformes oficiales, más que ropas para trabajo de campo en donde destaca el uso de pantalón largo, camisas de botones y sombreros.
Escrito por: Johan Martínez Navarrete
Referencias
Rivas Li, E. (2020, Octubre 13). Anécdotas vividas alrededor de 1979. (J. Martinez Navarrete, Entrevistador)