Culto del pueblo costarricense por el árbol: El Guanacaste, un gigante que respira en el Bosque Tropical Seco
Guanacaste es un nombre que encuentra su significado en la cultura de los primeros pueblos, quienes en su idioma nahuatl llamaron así al árbol cuyo fruto se asemejaba a las orejas humanas: una vaina contorneada compuesta por poco menos de una veintena de semillas. Estas semillas fueron dispersadas desde México hasta Brasil por varios mamíferos algunos en sus tractos digestivos.
Es innegable que este nombre está inspirado en las cualidades de una cultura que ha heredado valores profundamente arraigados en la identidad de una provincia. Merece homenaje a sus habitantes como gesto de buena fe al anexarse al territorio costarricense en 1824, y contribuye a dar una valiosa conformación a un país que cuenta hoy en día con el 5% de la biodiversidad del mundo.
Sin embargo, el trópico seco del norte de Costa Rica experimenta tensiones provocadas por situaciones climáticas que originan reacciones en los organismos, las cuales parecen volverse cada vez más preocupantes.
Sabemos y entendemos que, como organismos, respiramos y obtenemos alimento, pero cada vez esto parece más difícil. El culto que el pueblo costarricense tiene por el majestuoso Guanacaste, representado en el árbol nacional, nos lleva a reflexionar sobre la agonía de los bosques y la esperanza por perpetuar la mayor, mejor preservada y más representativa muestra de bosque tropical seco mesoamericano.
Las plantas no poseen un sistema regulador de temperatura, lo que las lleva a asimilar la temperatura ambiental. Sin embargo, si la temperatura ambiental aumenta, se someten a más estrés. Entonces, ¿cómo respira nuestro árbol nacional ante características climáticas extremas?
Carente de pulmones como los mamíferos, la respiración vegetal se lleva a cabo a través de sus hojas, tronco y raíces, y es constante durante las 24 horas del día. Pero nuestro árbol nacional pierde sus hojas en verano, siendo aún más difícil sobrevivir a los cambios estacionales. Su tronco y raíces absorben oxígeno para liberar dióxido de carbono, de manera similar a un humano.
Aunque no se llaman pulmones, en su tronco se encuentran los órganos encargados del intercambio de oxígeno por dióxido de carbono, conocidos como lenticelas o “poros respiratorios”. Ante la caída de sus hojas y estomas (otro tipo de poro respiratorio), en verano el árbol debe enfrentar sequías aprovechando el oxígeno que pueda obtener del aire y del suelo, mientras también lleva a cabo la obtención de nutrientes por la fotosíntesis y el agua y nutrientes captados por sus raíces.
Las lenticelas ayudan especialmente a plantas caducifolias que pierden sus hojas en temporada de verano y permiten que el árbol continúe respirando incluso cuando carece de hojas.