“Túnel verde y vivo de biodiversidad: 13 kms de la carretera interamericana norte que posibilita la conexión de los ecosistemas terrestres del Sitio Patrimonio Natural-Área de Conservación Guanacaste
El jaguar y el chancho de monte: una relación depredador-presa que se prolonga en el tiempo.
“350 años átras el joven jaguar se movía sigiloso detrás de la manada, siempre olfateando el suelo, siempre buscando su rastro. Llevaba más de una semana detrás del grupo, desde que los había encontrado de nuevo, esta vez en los bosques húmedos y siempre verdes de las faldas del volcán Orosi, junto a las cristalinas aguas del río Tempisquito. La huella genética heredada de sus ancestros y su instinto predador lo hacían seguir los desplazamientos de la manada, tal y como lo habían hecho generaciones de jaguares, antes que él.
En las faldas del Orosi los fuertes vientos arrastraban nubarrones que descargaban sus aguas en las montañas de la cordillera y continuaban con fuerte ímpetu removiendo las copas de los árboles del bosque seco, abajo en la meseta de Santa Rosa. Era el final de noviembre y entraba la estación seca.
Los árboles de madroño en el bosque seco sobresalían con su copas pintadas de blanco, en un claro esfuerzo por ganar la atracción de cientos de abejas y otros insectos que polinizaran su flores. El fuerte viento y la ausencia de lluvia, detonaban los primeros cambios de ropaje en el ecosistema seco vestido hasta ese momento de verdes colores.
La manada de chanchos de monte continuó su viaje en descenso desde las montañas húmedas, hacia las planicies del bosque seco, que se empezaban a llenar de árboles en flor, muy pronto convertidas en millones de frutos y semillas. En su ruta hacia las tierras bajas y secas, la manada se encontró con tucanes, avispas y otros animales, que también repetían esa migración altitudinal que anualmente se daba entre los bosques lluviosos y secos. Unos venían, otros iban, eran tiempos de abundancia, eran tiempos de equilibro, eran tiempos de continuidad y conexión boscosa.
Ese año la cosecha de bellotas de roble encino era abundante y en aquellos grandes parches de robledales se comenzaban a congregar diversas especies de animales a la espera del enorme festín que los estaba esperando. Los saínos, las guatusas, ardillas ya se encontraban ahí para ser los primeros en disfrutar de tan importante alimento
Bajo la fresca sombra de un robledal y con la silueta de los volcanes Orosi y Cacao, recortándose contra el horizonte, la manada de chanchos descansaba de su largo viaje, sabiendo que habían llegado felizmente a un sitio que les proveería una fuente importante de alimentos durante semanas y quizá meses. Sin embargo los machos adultos y experimentados se mantenían expectantes, pues en su instinto estaba genéticamente impreso que su depredador realizaba también anualmente estos movimientos altitudinales, como lo habían hecho desde milenios atrás, entre ambos ecosistemas húmedo-seco, entre las tierras altas-bajas, y viceversa.
El joven jaguar, percibió el característico olor de los chanchos, agudizo su vista y diviso su presa bajo uno de los encinales del bosque seco…Una vez más presa y predador se encontraban.”
NOTA: Fábula de una de las relaciones ecosistémicas ocurrida 350 años atrás cuando los ecosistemas de la zona que comprende hoy día el ACG estaba en condición natural y aún no se establecía la Hacienda Santa Rosa (1660 ) y la presencia de los primeros colonizadores en la región.
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Róger Blanco